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Kalimán, el hombre increíble - El tigre de Hong Kong
Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños, implacable con los malvados. Kalimán, criado por cazadores y luego por mongoles, es un hombre justo que dedica su vida a combatir las fuerzas del mal acompañado siempre por Solín, un niño egipcio descendiente de faraones.
TEMPORADAS
En el Hotel Luxor Park de la ciudad de San Francisco, Solín espía la habitación de Kalimán a través del cerrojo. Al no verlo por ningún lado se angustia y saca sus propias conjeturas sobre cuál será su paradero.
Un tigre de Bengala anda suelto en la ciudad. Kalimán y su inseparable amigo Solín, hablan sobre los peligros que podría traer una fiera de este tamaño suelta por las calles.
Kalimán y el pequeño Solín recorren las tortuosas calles del Barrio Chino. Las últimas luces del día se pierden en el ocaso y se encienden los multicolores anuncios de los teatros, tiendas y bazares.
El teatro chino de máscaras da inicio en medio de una gran ostentación de lujo y colorido. El escenario se ilumina y en escena aparecen los bailarines atareados con extraños ropajes. Kalimán extasía sus azules ojos con el multicolor espectáculo.
Los azules ojos de Kalimán brillan intensamente, Tagasi-Chani los mira y siente que su dolor se mitiga, parecen hipnotizarla. La expresión de angustia desaparece del rostro de la bella mujer.
Cuatro asiáticos armados hasta los dientes rodean a Kalimán y Solín, uno de ellos dirige el ataque. El primero de los agresores se lanza contra Kalimán mostrando en su mano un puñal. El puño del héroe se estrella en la mandíbula del atacante.
Después del intento frustrado de darles muerte por parte de unos asiáticos asesinos, Kalimán, acompañado del pequeño Solín, ha llegado hasta el bazar del viejo Chon-Wai, situado en uno de los callejones más oscuros del Barrio Chino.
El escultor Li-Hara fuma parsimoniosamente su larga pipa. Sus ojillos verdosos, como de víbora, están fijos en los del mozo Kiwa. Faltan pocos minutos para la medianoche, el Barrio Chino parece aletargarse bajo una atmósfera pesada y presagiante.
La hermosa Tagasi-Chani ha quedado inmóvil. En su bello rostro, de rasgos orientales y delicados, se adivina el profundo dolor que le causa la triste noticia. Su boca, breve y roja, tiembla queriendo ahogar un sollozo.
El museo de figuras de cera del escultor Li-Hara es realmente sorprendente. Allí se encuentran, en asombroso realismo, figuras de los tristemente célebres asesinos como: Landrú, Jack el Destripador y John Dillinger.
Kalimán, Tagasi-Chani y el pequeño Solín, avanzan presurosos por el Barrio Chino. El hombre increíble esboza una sonrisa de triunfo y burla recordando cómo ha derrotado al escultor Li-Hara. la hermosa Tagasi-Chani mira con admiración al héroe.
Kalimán permanece en silencio. La mirada del sargento Norton es interrogante. El hombre increíble no quiere mezclar al pequeño Solín en esta investigación y decide no mencionar su nombre. El oficial escudriña a Kalimán y vuelve a mirar su vestimenta.
Lejos del hotel, en uno de los despachos de la jefatura de policía, Kalimán se muestra fatigado y nervioso. El interrogatorio del sargento Norton continúa enérgico y pertinaz, mientras tanto, el poderoso cerebro de Kalimán capta un mensaje.
Kalimán ha regresado al hotel en el instante mismo en que el tigre asesino se dispone a atacar al pequeño Solín y a la bella Tagasi-Chani. Al romper la puerta, impulsado por sus poderosos músculos, la fiera ha escapado por la terraza.
Jazmín se estremece al sentir a Kalimán en sus manos, entrecierra los ojos soñando con mil caricias, luego reacciona sonriente y se aleja presurosa. Kalimán trata de detenerla, pero dos fornidos asiáticos le cierran el paso mirándolo amenazador.
Kiwa permanece derrumbado sobre el sillón, inmóvil, con un gesto idiotizado en su rostro asiático. El hombre increíble lo observa detenidamente. El pequeño Solín permanece en un rincón observando la escena y Tagasi-Chani permanece junto a Kalimán.
La hermosa y enigmática princesa Jazmín trata de alejarse, pero Kalimán la detiene suave por el brazo. El hermoso rostro de Jazmín se descompone con rictus de angustia y sorpresa, y sus ojos negros se abren desmesurados y se fijan en Kalimán.
En el interior del closet Kalimán y el pequeño Solín permanecen ocultos escuchando los comentarios de los periodistas y las informaciones que da el sargento Norton. El pequeño Solín interroga quedamente a Kalimán.
Todo el Barrio Chino se ve desierto y oscuro. El museo de cera de Li-Hara permanece cerrado, pero una sombra se desliza por una pequeña ventana que conduce a los sótanos. Un filoso puñal surge de entre las sombras sostenido por una mano firme.
El pequeño Solín y Tagasi-Chani, desde su escondite, observan cómo la princesa Jazmín se despide del grupo de marinos y llega hasta su lujoso automóvil negro custodiada por los dos gigantescos chinos que le sirven de guardespaldas.
Li-Hara y Lon-Mao ven alejarse a Kiwa. Aunque el disfraz de Kalimán, como Kiwa, es perfecto, el astuto Lon-Mao aún tiene sus sospechas. Kalimán, oculto detrás de una puerta, ha escuchado que Li-Hara y Lon-Mao lo dan por muerto. Su plan está andando.
Kalimán, haciéndose aún pasar por el difunto Kiwa, llega hasta uno de los barrios más sórdidos de los muelles. Ahí donde los callejones parecen más estrechos y peligrosos. El barrio donde los marinos gustan de reunirse por las noches a celebrar.
Tagasi-Chani tiembla aún de terror y angustia. Ha salido de la casa huyendo de la amenaza de Lon-Mao y se ha escondido en una barcaza atracada en los muelles. No se atreve a mover un solo músculo de su cuerpo por temor a delatar su presencia.
Lon-Mao, Li-Hara y Kalimán, fingiendo ser Kiwa, llegan a la taberna del Pez Dorado y entran en un compartimento reservado. En este espacio, iluminado tenuemente por una lámpara de foco amarillento, un hombre espera escondido entre las sombras.
En la semioscuridad de la bodega, kalimán permanece tenso e interrogante. Ha logrado abrir una de las cajas de madera que, al parecer, contiene el contrabando de joyas, pero sufre una desilusión al encontrar, tan solo, frutas exóticas de oriente.
Un hermoso rostro de mujer, envuelto en negro encaje, asoma por una ventanilla del auto, y con gesto interrogante exclama: ¿Kalimán está muerto? Los dos corpulentos hombres hacen movimientos negativos con la cabeza, la mujer sonríe esperanzada.
Las manos blancas de Jazmín limpian la sangre del rostro de Kalimán. Poco a poco va desapareciendo el maquillaje que hace ver a Kalimán como el difunto Kiwa y aparecen sus rasgos de asombrosa belleza varonil.
Kalimán mira intensamente a Jazmín, la hermosa y enigmática mujer continúa hablando serenamente. El pequeño Solín mira aterrado a sus captores, permanece atado de pies y manos encerrado en los sótanos del museo de cera del escultor Li-Hara.
El pequeño Solín viene sostenido por Lon-Mao, le han vendado los ojos para que no pueda identificar el sitio por donde avanzan. El escultor Li-Hara le dice, al pequeño, con tono siniestro: ¡tendrás el privilegio de conocer al tigre de Hong kong!
Los azules ojos de Kalimán miran interrogantes a la joven Tagasi-Chani. La muchacha expresa su culpa por delatarlo con los asesinos asiáticos. Kalimán aparta de la calle a Tagasi-Chani en el justo momento en el que un auto cruza junto a ellos.
Los azules ojos de Kalimán ven con firmeza a la bella Tagasi-Chani, quien después de permanecer callada le dice al hombre increíble que confía plenamente en él. En el Barrio Chino, algunos ven con sorpresa que el bazar de Chon-Wai está abierto.
Kalimán fija sus ojos en una mancha roja que se extiende por la alfombra y se inclina para observar la mancha de sangre y seguir el hilillo rojizo que marca el sitio por donde escapó el tigre asesino. Tagasi-Chani se refugia en el pecho de Kalimán.
Kalimán se da cuenta demasiado tarde que ha caído en una trampa. "El sueco", haciéndose pasar como taxista, lo amenaza con un revólver. El hombre increíble, ante la amenaza del arma que lo apunta muy cerca de su cuerpo, sonríe sereno y tranquilo.
Los azules ojos de Kalimán escudriñan a sus raptores, Li-Hara y "El sueco" permanecen junto a él mirándolo burlones. "El sueco" avanza hacia Kalimán con un puñal en la diestra, bruscamente lo hace poner de pie y le acerca el puñal a los ojos.
"El sueco" apaga el motor de la lancha y avanza hacia donde Li-Hara se prepara a cumplir su amenaza. Ambos se inclinan para levantar el cuerpo de Kalimán y lo meten dentro de un costal, luego proceden a atarlo fuertemente y envolverlo con una cadena.
El hombre increíble procura no hacer movimientos y se despoja de sus desgarradas ropas que llaman la atención de los tiburones. Kalimán queda semidesnudo cubierto apenas con una trusa, se dispone a intentar escapar del ataque de los escualos.
La joven Tagasi-Chani se queda inmóvil junto a la puerta, ha escuchado claramente un gruñido sordo y ahogado como el lamento de una fiera herida o de un hombre presa de la locura. La hermosa mujer avanza cautelosamente cuando ve algo moverse.
Aroti, un criado de la princesa Jazmín, ha descubierto un cuerpo flotando en el mar. Jazmín y el pequeño Solín miran tensos cómo el náufrago desaparece a intervalos sobre las olas. Una corazonada le dice al pequeño Solín que ese hombre es Kalimán.
Kalimán, recostado sobre la litera de un camarote, habla con el pequeño Solín. Semicubierto por una frazada que le devuelve el calor a su cuerpo, juega con una pequeña copa de cristal, llena de coñac, entre sus recias y musculosas manos.
Las finas sedas que cubren el lecho de Kalimán crujen levemente al contacto con su cuerpo. El hombre increíble siente el calor del sol que inunda la habitación y abre lentamente sus ojos. Al despertar ve un rostro pálido que lo mira atento.
Kalimán muestra una expresión extraña jamás conocida por el pequeño Solín. El muchacho, inquieto y nervioso, interroga. Solín reacciona al ver a sus espaldas al misterioso y sonriente criado chino. Ni él, ni Tagasi-Chani advierten su presencia.
Bajo las sombras de la noche los jardines exóticos cobran un nuevo aspecto, todo esto parece ahora misterioso, lúgubre y presagiante. De pronto, el pequeño Solín se detiene lleno de sorpresa y angustia señalando hacia un lugar.
Kalimán y el pequeño Solín han llegado hasta una pagoda siguiendo el rastro de la joven Tagasi-Chani. Ella, ha sido secuestrada de la mansión de la princesa Jazmín. El hombre increíble obliga a uno de los hombres a revelar su escondite.
En el escondite secreto del misterioso tigre de Hong Kong, un hombre tiembla de miedo; es Lon-Mao, el brutal asesino que varias veces intentó dar muerte a Kalimán y sus amigos. Lon-Mao tiembla al escuchar la voz amenazante del tigre de Hong Kong.
Dentro del laberinto de túneles y escaleras en forma de espiral, otro hombre avanza cautelosamente. Es Lon-Mao quien sigue el rastro de Kalimán y el pequeño Solín. El chico permanece inmóvil con un gesto de terror y asco al ver unos despojos humanos.
Entre la semioscuridad del túnel las siluetas de Jazmín, Kalimán y el pequeño Solín permanecen quietas, mientras, en el piso, inconsciente, yace Lon-Mao. Kalimán, con gesto de extrañeza, se inclina sobre el cuerpo del asesino y rasga su camisa.
La hermosa Jazmín conduce a Kalimán y el pequeño Solín hasta la salida del laberinto de túneles y escaleras que es el interior del gigantesco Buda. Ella, ha confesado que, "salva la vida de Kalimán", impulsada por un amor incontenible hacía él.
El tenebroso tigre de Hong Kong permanece en silencio, después de interrogar a Lon-Mao se levanta de su silla, y con sus manos llenas de ira, avanza hacia Lon-Mao quien lo mira arrepentido de haber proferido aquellas palabras.
El sol baña de luz la amplia terraza, mientras tanto, el pequeño Solín se entretiene mirando el interminable desfile de autos que cruza calle abajo, una voz familiar lo hace reaccionar. Kalimán fija sus azules ojos a todo lo ancho del panorama citadino.
Entre las sombras de los arbustos se adivina una sombra que avanza hacia Kalimán y el pequeño Solín. Un pálido rayo de luna ilumina un rostro hermoso conocido por el hombre increíble. La sombra se detiene al escuchar su nombre, luego avanza decidida.
Kalimán, seguido del pequeño Solín, penetra a los sótanos del museo a través de un tragaluz roto y avanza sigilosamente guiado por la voz y los gritos de Li-Hara. El hombre increíble examina un montón de ropa sucia que permanece en el pequeño cuarto.
Los grandes peroles de bronce, calentados al máximo en los hornos, despiden un calor asfixiante. Li-Hara coloca tres moldes, de respectivas estatuas, listos para recibir cera líquida. Mientras tanto, Lon-Mao arrastra un pesado cofre.
Li-Hara, amenazado por el sueco, llega hasta el final del oscuro túnel. Ellos ignoran que Kalimán los sigue de cerca. Li-Hara avanza hacia la reja de gruesos barrotes de acero, mientras, Kalimán, en la oscuridad, vigila.
El astuto asesino Lon-Mao se da cuenta que algo extraño sucede al ver que falta la estatua de "el jorobado". El pequeño Solín siente miedo al escuchar las palabras del terrible asesino y se percata de que lo observa detenidamente y avanza hacia él.
Tagasi-Chani avanza lentamente hacia la puerta desobedeciendo las órdenes impartidas por Kalimán. La joven abre, la princesa Jazmín aparece frente a ella. Jazmín entra al cuarto seguida de su guardaespaldas y Tagasi-Chani la mira interrogante.
En el justo instante en que Kalimán coloca nuevamente la tapa de la caja de madera, por la puerta, aparecen los hombres encargados de transportar las cajas. Los hombres llegan hasta la caja donde se encuentran escondidos Kalimán y el pequeño Solín.
Kalimán y el pequeño Solín permanecen inmóviles dentro de la gran caja. Ambos miran cómo una barreta penetra entre la hendidura de la tapa haciendo levantar astillas. El hombre increíble alcanza a ver unas manos recias que apartan la tapa de la caja.
Afuera de la mansión de la princesa Jazmín dos sombras se deslizan sigilosas, son: Li-Hara y Lon-Mao que permanecen vigilantes. Los azules ojos de Kalimán tienen una expresión fría, ajena a los sentimientos anidados en su corazón hacia Jazmín.
La princesa Jazmín, presa de la angustia, señala hacia la terraza que comunica al jardín. Kalimán gira mirando hacia la terraza y descubre a Lon-Mao empuñando un cuchillo. El asesino arroja el puñal contra Kalimán, pero él alcanza a apartarse.
Kalimán deja en libertad a Lon-Mao y el astuto chino sonríe triunfante. Las recias y musculosas manos de el hombre increíble cogen firmemente de la ropa a Lon-Mao, y sus azules ojos, se clavan como acerados puñales en el asiático.
